viernes, 7 de agosto de 2009

Párrafo de "Espejos de color rojo"

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7 años más tarde...

El Sol caía lentamente en una pequeña aldea, rodeada por las montaña y grandes barrancos que chocaban con el mar. Los pequeños barcos costeros empezaban a ser amarrados en la playa, tras ser recompensados con la pesca del día. La bahía presentaba un aspecto de cuento, mientras las gaviotas volaban con el Sol a sus espaldas y los barcos volvían lentamente a la costa. Anabel y Alfredo, de 15 y 16 años estaban sentados en la playa, observando el ocaso del Sol mientras se cogían de la mano, se miraron y acercaron lentamente, ya sintiendo el aliento del otro, se oyó una voz, rápidamente se escuchaba más voces y más intensamente, Anabel y Alfredo identificaron las voces y se reincorporaron antes de que le viesen Clara, Tomás y Santiago. Todos de 15 años, excepto Tomás, hermano de Santiago.

[···]

Mi corazón


Mientras ves el ocaso,
sostienes algo en tus manos,
mi corazón...hazlo latir
para que pueda vivir,
échale azúcar,
y te daré ternura,
ponlo al Sol,
para darte calor,
ponlo en mi pecho,
y te comeré a besos.

Original de Joan Mora
6 de Agosto de 2009

miércoles, 5 de agosto de 2009

I Capítulo de "Versos en las sombras"

Esta historia que te cuento sucedió hace mucho,tenía unos 30 años, este relato que te cuento es de hace unos 40 años y bastante extraña. Allí conocí a...bueno, el caso es que allí...mejor empiezo a contar la historia.

Me desperté en una pequeña casa de dos piso que parecía que con una brisa de viento se derrumbaría, estaba en una estrecha y solitaria calle de una tenebrosa ciudad de un lugar desconocido. Los siniestros edificios medio en ruinas daban una sensación de abandono. Pero en realidad esa ciudad escondía el pánico entre las tres o cuatro paredes de cada casa. El miedo por los múltiples asesinatos diarios,robos y secuestros...una ciudad llena de delincuentes y terror de los habitantes. Calles estrechas, con alguna farola encendida, los edificios estaban llenos de agujeros de balas y manchas de sangre. E incluso había cuerpos tendidos en mitad de la calle, que merecían la pena enterrarlos por el hedor que perfumaban las calles.

Empezó a llover y en la oscura noche me encaminé en busca de un mejor refugio,entonces un viento helado atraviesa mi dorso, produciéndome un escalofrío que logra atravesar todo mi cuerpo. A mis espaldas se escuchan pasos, cada vez más cercanos. Me giré en la oscuridad, no logré ver nada, pero sí oír una siniestra carcajada. Sin darme cuenta ya estaba corriendo, sin dirección alguna, solo lejos de aquella sombra, cuya presencia había dejado su huella en mi rostro espantado. Encontré un hostal, poco atendido y con varios desperfectos en la fachada, con sus manchas de sangre y marcas de balas. Al entrar en él el aspecto seguía sin mejorar, no había nadie en la recepción. Salió un muchacho de la oficina con una escopeta entre sus manos, me cacheó para comprobar si iba armado o era peligroso, al pasar este cacheo, se disculpó por ese comportamiento y me registró en la 104 del hostal.

Al subir las escaleras, un chirrido me acompañaba con cada escalón que subía, me encontré una hoja al llegar a la primera planta, cuyo contenido era una poesía, firmada por una tal “Mayra” que decía:

“A veces me gustaría escapar,
de este tenebroso y siniestro lugar,
donde el alma se marchita,
donde todo el mundo grita.

Nubes amenazadoras,
acechadores en las sombras,
persiguiendo a personas,
en sus propias sombras.”

El chirrido de las escaleras avisaban de la subida de alguien, por lo que me apresuré a entrar en mi habitación, antes de que alguien o algo se aveciné a por mí, la ciudad era muy peligrosa y no quería correr riesgos. Ya en mi habitación vi en el mal estado en el que estaba aquella, cristales rotos y agrietados, el colchón en el suelo y con muelles saltados. Aquella habitación era la escena de varios crímenes cometidos ese mismo año.